Estaba el hombre sentado en una banca de un parque, de una ciudad, que por los momentos imaginaremos, lejos de nuestra aldea. Había llegado allí por asuntos que desconocemos: las personas reaparecen en lugares comunes, sin un motivo razonable.
Lo cierto, es que observaba a una moza llorando bajo un almendro, él se entretenía imaginando diversas hipótesis, entre muchas otras, que la mujer sufría porque un joven, igual que ella, la había engañado en asuntos de amor, que son las cosas que más duelen.
Como fuere, los motivos del drama están ocultos por signos complejos. Quizá el destino. El hombre se sentía tentado a construir un simulacro narrativo, una historia, que, siendo humana, diera respuesta a una tragedia eminente. Pero esto fue interrumpido por la sorpresa de Adán, quien apareció en la escena, asustado, no triste como la chica del inicio. Adán traía una expresión congelada , temblando y con una palidez de muerte le dijo al hombre: "¡Ayúdame, si eres mi amigo! Algo me persigue hasta la asfixia."
El hombre alarmado respondió: "No sé qué decirte, Adán, ni mucho menos adivino la razón de tu sobresalto". "Entonces, cuéntame tu versión, que las cosas cuando no se dicen lo ahogan a uno", prosiguió Adán, "asegura que soy un personaje ficticio, de un cuento que él inventó para unas personas que desconozco. Se supone que todos los días debe contarles algo sobre mi pobre existencia, además, dice que debe terminar dicha narración para el próximo viernes. Yo, Hombre, casi no entiendo lo que trama; sin embargo ha pasado un par de noches tramando cómo darme un fin decoroso.
Luego rogó: "¡Escóndeme de esta persona que se cree Dios: la vidabde los personajes están en sus manos!, él sabe si morirán o vivirán. ¿Tú has escuchado algo tan ridículo en este mundo?"
A lo que el hombre respondió: "De escuchar así como manifiestas, no tanto; sin embargo he sabido de personas que son terriblemente acosadas por otra gente, más fuerte que ellos. Basta que leas o escuches los noticiarios y sabrás cómo los malos se adueñan de vidas inocentes. Yo te diría que no te preocupes por el fin de la tuya, que si el mal escritor que tú mencionas, decide acabar con tu vida, es para darle un ejemplo a los débiles que leen tu historia."
Jamás lo conseguirás, le refutó el hombre, todos nosotros le debemos nuestra dicha o sufrimiento a un autor, quien tiene la responsabilidad de escribir el final del cuento, donde somos los personajes. En esta experiencia debes ser valiente y recibir tu destino con resignación, la vida es una ficción que debes hacer realidad…
La joven mujer ya no lloraba, ahora mira a un hombre que habla con alguien, que sólo existe, al lado de una banca, de un parque, de una ciudad muy lejos de su aldea. Ha olvidado su problema y le interesa más la discusión entre el cuentista y su creación.
Es cierto, a todos nos gustaría saber cómo el hombre terminará con la representación simbólica de Adán. Será toda una proeza descubrir el dilema de la ficción: el personaje, por fin, se encontrará con lo que más le preocupa.
En cuanto a la muchacha, algún día sabrá su desenlace, por el momento dejémosla que interprete su papel, en el escenario donde apareció.
Santiago Marcial Mejía
Tegucigalpa, Honduras C.A.
santiagomarcialmejia@gmail.com
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