Tras 512 años de vida contemplativa, ayer, día de San José, se cerró el Monasterio de Santa María la Alta. La última misa contó con representación de la Federación de la Santísima Trinidad.
Villoruela vivió ayer uno de los más tristes episodios de su historia. Se celebró la última misa en la iglesia del Monasterio de Santa María La Alta. Este acto puso fin a la vida de la comunidad de monjas Trinitarias de Villoruela.
Ocho fueron los sacerdotes que participaron en la celebración religiosa. El principal, el diocesano, Carlos López; los trinitarios, Juan Pujana, superior de los trinitarios de Salamanca, padre Víctor de Madagascar y Alejandro Venero. Participaron los dominicos llegados de Salamanca: Juan Huarte, José Antonio Hoyos y Lázaro Sastre; y los dominicos de Babilafuente, Pedro Miguel Díez de Ulzurrun Cenoz.
Las limitadas condiciones del edificio en el que residían las hasta ahora las cinco hermanas que compartían vida en clausura en Villoruela, exigía una reparación que no podían asumir.
Ayer fue un día de San José triste para el pueblo de Villoruela en particular y para la diócesis en general, también lo fue para las Monjas Trinitarias que formaban esta comunidad y para la Federación de la Santísima Trinidad, a la que pertenecía este monasterio. De hecho, hay que subrayar, que esta fue la primera casa federal y de esta comunidad era la primera presidenta federal y del consejo, la Madre Inmaculada y la segunda consejera, sor Eugenia Blanco. En la ceremonia celebrada en este edificio a partir de las 18:30 horas se contó con la presencia de trinitarias de otros monasterios.
El 21 de febrero las monjas recibieron la notificación por la cual la afiliación quedaba deshecha. Ahora las cinco monjas que vivían en el monasterio villoruelense entran a formar parte de la comunidad del Monasterio de Monjas Trinitarias de El Toboso por un proceso denominado de fusión. Sor Oyola, natural de Perú, y sor Esperanza, oriunda de Villoruela, llevan tres meses viviendo en la villa toledana. La última responsable de la comunidad, Sor Milagros, natural de Perú, Sor Carmela, de Guatemala, y Sor Edit, de Guatemala, harán las maletas en cuanto puedan cerrar para siempre las puertas de una casa que fue fundada en 1510 por la salmantina doña Catalina de Anaya, mujer piadosa de la nobleza salmantina, que al quedarse viuda decidió hacerse monja.
El alcalde de Villoruela, Florentino Hernández, al ser preguntado hace unos días era consciente de que conseguía poner en palabras la tristeza de su pueblo con esta despedida, al manifestar que “lamentamos muchísimos que se nos vayan, después de más de quinientos años aquí”.
El cierre viene motivado “porque hay que hacer una obra de casi 300.000 euros en todo el convento porque todos los tejados se están cayendo”, explicaba hace unos días Luis Martín, sacerdote Dominico de Babilafuente. “Las monjas no tienen ese dinero”, añadía. Este padre, que en tantas ocasiones ha celebrado la eucaristía en la iglesia de dicho monasterio manifestaba que “las pobres tenían goteras por todos los lados ya así ya no podían seguir viviendo”. Es más, “solo en la iglesia habría que hacer una inversión, para arreglar el tejado, que rondaba los 150.000 euros”, anotaba. Destacar que la iglesia en sí fue fundada unos años antes que el propio monasterio, es decir, en 1494. En dicho año el obispo don Diego de Velasco funda la iglesia construida sobre la huerta donada por Tristán de Noreña y Juana Díaz de Sahagún. Con mucha probabilidad los edificios que durante medio milenio han sido sede de tantos acontecimientos de vida religiosa pasen a ser nuevamente un solar, porque el estado de ruina es tal que no se ofrece ninguna alternativa de restauración o reutilización del inmueble a voz de pronto.
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